Llevamos haciendo lo mismo desde hace doscientos mil años:

Sentarnos por las noches alrededor de una hoguera a contar historias.

¿Por qué nos gusta tanto escuchar historias?

Porque te vas a morir.

«¿Cómo?».

Sí, sí.

Escuchas historias porque te vas a morir. Te voy a dar unos datos (reales) y luego te lo hilo todo:

— Hay casos clínicos de personas hospitalizadas por ser adictas a las series de televisión.

— El 70% de los estadounidenses ven al menos cinco episodios a la vez (unas cuatro horas).

— Uno de cada 5 europeos pasa cada semana el equivalente a dos jornadas laborales viendo series.

Se suele decir que la gente consume todo esto para “desconectar”, que la gente tiene realidades incómodas que necesitan evadir.

Pero el motivo real es más profundo.

Escucha (bueno, lee):

Según Juan Oiarzabal (el tercer alpinista de la historia que ha escalado las catorce montañas de más de ocho mil metros de la Tierra): el hombre tiene un miedo mayor que la muerte.

Esto lo dice un tipo que ha perdido amigos en la montaña y estuvo a punto de morir en una. De hecho, en una expedición desapareció y su familia ya estaba celebrando su funeral cuando él reapareció sano y salvo.

Según él: «el mayor miedo de la gente es el miedo a no hacer en esta vida lo que crees que estás llamado a hacer».

Eso es más grande que la muerte, el miedo al arrepentimiento.

El problema es que (a poco que mires a tu alrededor) la mayor parte de la gente no sabe que hacer con su vida. Y según yo; solo encontramos la paz con nosotros mismos cuando le damos una intención.

Y si nuestro mayor miedo es el arrepentimiento de no cumplir con aquello que creemos que es nuestro propósito... imagínate no tenerlo siquiera.

Por eso buscamos respuestas en las historias.

Las historias sirven para eso. Las historias nos inspiran, nos dan anclajes en la memoria. Nos dan referentes de cómo ese personaje superó esa dificultad.

La vida objetivamente no tiene sentido, el sentido se lo da cada uno como puede: Construyendo la narración interna que nos sostiene.

Los cuentos están para eso.

Los cuentos se escriben para que los niños duerman tranquilos y los adultos se despierten.

«El mundo ficticio abre las puertas a un mundo interno complejo al que no se puede acceder de otra forma. Las historias no son una huída de la realidad, son un vehículo que nos transporta en nuestra búsqueda de la realidad».

— Robert McKee en El Guión —

¡Ese es el poder de las historias!

Y por eso te escribo sobre mi newsletter. Porque ese es el propósito de mis correos: ayudar a sus lectores a construir su narrativa interna.

Quien controla su narrativa crea su realidad.

Una Newsletter Diferente

Cada día cuento una historia en mis emails.

No puedo prometerte que encontrarás el sentido a tu vida si empiezas a leer mi newsletter. El propósito se decide, no se encuentra. Pero sí puedo garantizarte que mis correos te resultarán siempre entretenidos, a menudo interesantes, y a veces útiles.

Útiles; como la pregunta que te haría un indígena de la alta Amazonía ecuatoriana.

Una pregunta que encierra una enorme lección de vida. Y muy distinta de la que nos hacemos en occidente; que nos mantiene angustiados, ajetreados y estresados.

En el primer email te comparto la pregunta que se hacen los indígenas de la alta Amazonía ecuatoriana. Te ayudará a cambiar el enfoque con el que haces frente a cualquier problema de tu vida en menos de un minuto.

Te suscribes abajo.

Como se dice en mi tierra: «Aquí te quedas, ya sabes donde está mi casa».

-Francisco Durán-

(El Bardo Colgado)

PD:¿Qué es un bardo? (Sobre mí)